Con respecto a proyectos anteriores, hemos tenido algunas desventajas: la frialdad de lo virtual, la imposibilidad del cara a cara, del contacto directo. Pero a cambio hemos disfrutado también de algunas ventajas: ha sido un proyecto a coste cero, ideal para estos tiempos, y para el que no hemos tenido el apoyo -ni económico ni de otra clase - de ninguna otra institución ni colectivo, ni públicos ni privados, y por tanto nos hemos dado el gustazo de ser completamente independientes, desde el primer día hasta este último.
Detrás de la revista ha habido mucha gente. Con distintos grados de implicación, pero sí que han sido muchos. La hemos dirigido entre tres personas – Reyes Maraver, Manuel Espinosa y José Antonio Millán -, porque una revista, como todo, necesita una dirección, alguien que marque el rumbo. Nosotros nos hemos encargado de captar colaboradores, recibir y seleccionar los textos, corregirlos, resolver los inconvenientes tanto tecnológicos – cables, programas, botoncitos, músicas, vídeos, enlaces...- como de cualquier otro tipo: publicidad, contenidos, fechas, temas... Nuestra querida Rosa Mª Velázquez ha sido la encargada una vez más de llevarnos las cuentas. Aunque, para qué nos vamos a engañar, últimamente ese trabajo es más bien sencillo.
A partir de ahí, nuestros colaboradores, como decimos, cada uno con el grado de implicación que él mismo ha escogido. Los únicos constantes, los que nos han acompañado en casi todos los números, aportando sus escritos, poemas, artículos o comentarios han sido Anna, Antonio y Julio. También nos ha llegado vuestro cariño. Gracias a los tres.
Luego, claro, los colaboradores esporádicos, todos esos amigos que han participado ocasionalmente con sus trabajos, enviándonoslos en alguna ocasión incluso desde el otro lado del charco. Aquí nos perdonaréis si no damos nombres, pero sois tantos que no nos gustaría incurrir en algún imperdonable olvido. Gracias a todos de verdad.
Y hemos dejado para el final, aunque para nosotros son lo más importante, a nuestros lectores. Porque son los que están al otro lado de todo esto, son la razón más importante por la que hemos hecho Pandora durante estos veinticinco números. Honestamente no podemos decir que se hayan contado por millones, pero si algo hemos aprendido en todos estos años es que nuestra lucha, la de mejorar un poco nuestro entorno cultural, es una lucha desigual, quijotesca, que requiere el punto de locura justo para desoír siempre la voz de Sancho, con su jartible sentido común, y seguir arremetiendo una y otra vez contra los molinos de viento. Nadamos, como el salmón, río arriba, contra la corriente dominante, y eso cuesta. Al final, como casi todo lo difícil, ha acabado siendo muy gratificante. Desde los ratos de soledad, preparando nuestros propios contenidos, limando y adecentando los de los demás, hasta esas increíbles mañanas de sábado, de puesta en común, entre risas, folios y ordenadores portátiles...Sólo por eso habría merecido la pena. Pero también está la revista en sí, claro. Cuando miramos atrás y vemos lo que ha sido Pandora, tan nuestra, tan bonita, tan rara, lo único en lo que pensamos es que ha sido un inmenso placer hacerla.
En los contenidos de este mes se mezclan los poemas y aportaciones habituales, con otros contenidos en los que los autores hemos optado por hacer balances o resúmenes de lo que ha sido cada sección. Para situaros mirad el índice, como siempre. Un poco más abajo, donde habitualmente estaba la pregunta concurso, os hemos dejado un huequecito para que nos contéis lo que queráis. Y nada más, tampoco es cuestión de acabar con todos los kleenex de la casa, al fin y al cabo, somos los de siempre y estaremos más o menos donde siempre. No pasará demasiado tiempo hasta que se nos ocurra cualquier otra cosa, y acabemos metidos en otro lío. Por supuesto, seréis los primeros en saberlo.
Muchísimas gracias.
Pandora.